"Ningún pesimista ha descubierto el secreto de las estrellas, ni ha navegado por mares desconocidos, ni ha abierto una
puerta al espíritu humano".
(Hellen Keller, Optimismo)
(Hellen Keller, Optimismo)
¿Para qué sirve el optimismo?
¿Por qué recomendar este estilo de pensamiento, esta actitud ante la vida?
Luís Rojas Marcos, en La fuerza del Optimismo, nos enseña el gran poder que encierra el optimismo, presentádolo como una herramienta más que nos lleva hacia la felicidad.
Para él, un estilo de pensamiento optimista es "aquel que busca el lado positivo de los contratiempos, no deja que la sospecha del fracaso le incapacite, minimiza el impacto de las desgracias, alimenta en nosotros la sensación de que controlamos nuestra vida, nos protege de la infravaloración de nosotros mismos, del desánimo y del sentimiento de indefensión; ante circunstancias favorables, nos mueve a aceptar con confianza la buena fortuna y a apropiarnos de nuestros éxitos como algo que nos merecemos". En esta línea de pensamiento, Rojas apoyaría esa famosa frase que dice "En la tormenta, el pesimista se queja del viento, el optimista espera a que cese el viento, el realista prepara las velas para aprovecharse del viento".
Hemos pasado un buen rato con él de la mano de esta travesía que nos ha supuesto su libro, entreteniéndonos en descubir cuáles son los condimentos que moldean nuestra forma de ver e interpretar la vida especialmente en sus vicisitudes, y es este artículo que os hago llegar lo más importante de su mensaje.¿Quieres saber cuáles son los pilares del optimismo? Atrévete a leer más.
Hemos pasado un buen rato con él de la mano de esta travesía que nos ha supuesto su libro, entreteniéndonos en descubir cuáles son los condimentos que moldean nuestra forma de ver e interpretar la vida especialmente en sus vicisitudes, y es este artículo que os hago llegar lo más importante de su mensaje.¿Quieres saber cuáles son los pilares del optimismo? Atrévete a leer más.
1) EL OPTIMISMO AYUDA A SUPERAR LAS ADVERSIDADES
Además de la nuestra herencia genética y el desarrollo del carácter (más extrovertido o menos), existen ciertos ingredientes necesarios para cultivar las semillas del optimismo en nuestras vidas.Queda demostrado que no todas las personas se recuperan igual en las diferentes adversidades (fracasos, pérdidas, enfermedades) con las que tropezamos en el camino, pero superarlas depende en gran medida del grado de optimismo que una persona tenga. Esos ingredientes son:
CONFIANZA EN UNO MISMO:
LOS PEORES AVATARES SE CURAN CON PERSPECTIVA.
LOS PEORES AVATARES SE CURAN CON PERSPECTIVA.
Está comprobado que las personas que disfrutan de un razonable sentido de control sobre sus circunstancias , y consideran que ocupan "el asiento del conductor", aunque esto sea relativa fantasía, se enfrentan más positivamente a los problemas que quienes piensan que no controlan sus decisiones o que éstas no cuentan.
"Tú perseveraste en el empeño. Eso fue lo que te trajo la buena suerte, le dijo
el instructor de piano a la niña al darle el lazo verde de la buena suerte. Desde entonces, siempre que tocaba el piano, la pequeña llevaba puesto el lazo verde,porque le recordaba que era su propio esfuerzo lo que le
traía la buena suerte" (Elizabeht Koda- Callan).
La confianza en uno mismo, está inexorablemente imbricada con nuestra autoestima y nuestro autoconcepto, la valoración y la imagen respectivamente que tenemos de nosotros mismos. En estos dos aspectos se siembran primeramente las semillas del optimismo.
El autoconcepto se construye desde pequeños a base de la vivencia del logro, de las explicaciones a los frecuentes logros que hacen nuestros padres, la superación de obstáculos, el hallazgo de soluciones y los juicios e imágenes que de nuestro reflejo nos devuelven y proyectan los demás. Con el tiempo, los niños en los que caen semillas de optimismo tienden a adoptar pensamientos esperanzadores tales como "sé lo que tengo que hacer para lograr esto" o "si me encontrara en un aprieto, estoy seguro de que se me ocurriría la forma de salir de él". A partir de los dos años, los niños ya empiezan a configurar el sentido del pasado y a almacenar poco a poco los recuerdos que constituirán su memoria autobiográfica, un ingrediente esencial de su futura disposición al optimismo o al pesimismo.
Así mismo tienen particular relevancia en nuestra autoconfianza, las expectativas que otras personas depositen en nuestra capacidad de control o de salir de la situación. Pues cuando se transmite a las personas una expectativa de indefensión en vez de posibilidad de solución en situaciones de adversidad, se socava la esperanza, se ensombrece la perspectiva de la vida y se daña el optimismo de las personas. La relación entre el que valora y el valorado, es especialmente relevante en el campo de la salud, sonde se ha demostrado, que el optimismo mejora y alarga la vida de los pacientes. Por eso cada vez se da más importancia al estilo comunicativo del diagnóstico en los médicos. No es lo mismo cerrar la puerta a cualquier rayo de esperanza por pequeño que sea, a con talante empático y optimista comunicar una enfermedad pero tender la mano a la esperanza por pequeña que esta sea y a la colaboración franca en el camion hacia la curación. Este estilo mejora las probabilidades de curación.
El autoconcepto se construye desde pequeños a base de la vivencia del logro, de las explicaciones a los frecuentes logros que hacen nuestros padres, la superación de obstáculos, el hallazgo de soluciones y los juicios e imágenes que de nuestro reflejo nos devuelven y proyectan los demás. Con el tiempo, los niños en los que caen semillas de optimismo tienden a adoptar pensamientos esperanzadores tales como "sé lo que tengo que hacer para lograr esto" o "si me encontrara en un aprieto, estoy seguro de que se me ocurriría la forma de salir de él". A partir de los dos años, los niños ya empiezan a configurar el sentido del pasado y a almacenar poco a poco los recuerdos que constituirán su memoria autobiográfica, un ingrediente esencial de su futura disposición al optimismo o al pesimismo.
Así mismo tienen particular relevancia en nuestra autoconfianza, las expectativas que otras personas depositen en nuestra capacidad de control o de salir de la situación. Pues cuando se transmite a las personas una expectativa de indefensión en vez de posibilidad de solución en situaciones de adversidad, se socava la esperanza, se ensombrece la perspectiva de la vida y se daña el optimismo de las personas. La relación entre el que valora y el valorado, es especialmente relevante en el campo de la salud, sonde se ha demostrado, que el optimismo mejora y alarga la vida de los pacientes. Por eso cada vez se da más importancia al estilo comunicativo del diagnóstico en los médicos. No es lo mismo cerrar la puerta a cualquier rayo de esperanza por pequeño que sea, a con talante empático y optimista comunicar una enfermedad pero tender la mano a la esperanza por pequeña que esta sea y a la colaboración franca en el camion hacia la curación. Este estilo mejora las probabilidades de curación.
También tiene peso en la autoconfianza, la evaluación que la persona haga de su historia autobiográfica. La selección de recuerdos que hacemos modula nuestro estado de ánimo y moldea nuestra confianza. La persona sopesa de forma o negativa sus experiencias de vida, se reconcilia o no con lo que fue y lo que pudo haber sido, y en esta acción moldea el concepto que tiene de ella misma. También lo moldea cuando comparte estas experiencias con otros y se reafirma en las decisiones que tomó. Por el contrario, una perspectiva desfavorable de nuestras experiencias pasadas puede impregnar de lamentos y pesares nuestro día
a día y bañar de inseguridad y desconfianza el mañana.
a día y bañar de inseguridad y desconfianza el mañana.
Las personas mayores pesimistas se caracterizan por repasar con benevolencia el ayer, por aceptar sin resentimiento la inalterabilidad de la vida ya vivida y por reconciliarse pacíficamente pacíficamente con los conflictos que no pudieron resolver, con los errores que no rectificaron y con las oportunidades perdidas. (Luis Rojas Marcos.)
Son estas personas que actúan según lo que sienten: "me siento mal", "hoy me siento bien", hoy me siento un rey , al día siguiente un paje insignificante, las que necesitan hacer un balance de su vida con perspectiva positiva e intentar hacer las paces con su pasado, si es que no lo tienen cerrado, porque tu mente, que es la que valora cómo te sientes, es lo más "demente que tienes". Entrena tu mente a pensar en positivo, detén pensamientos negativos, toma decisiones, actúa con fe, con convicción, desde dentro, y tu voluntad para cambiar las adversidades se moverá. Tu voluntad es también un músculo que debes entrenar a base de confianza.
INTERPRETACIÓN O LECTURA MENTAL DE LO QUE SUCEDE
"Hoy nadie duda de que las personas asignan significados muy subjetivos a los mismos sucesos o situaciones, por lo que reaccionan ante ellos de formas diferentes: lo que para un niño es un simple ratoncito blanco amistoso y juguetón, para otro representa un animal peligroso y aterrador" (Luis Rojas Marcos).
La vieja prueba de la botella llena de agua hasta la mitad, ilustra de una forma simplista pero reveladora cómo el temperamento de la persona moldea su perspectiva de las cosas, Unos la ven medio llena de posibilidades y otros medio vacía, o lo que es lo mismo pocas oportunidades.
Hasta la teoría de la relatividad de Einstein en 1905, viene a transformar conceptos hasta entonces considerados exactos o absolutos- como la velocidad de la luz, el espacio o el tiempo- en elementos cambiantes o relativos. Su base principal era que el punto de vista o posicionamiento del observador, condiciona inevitablemente su percepción del objeto o suceso que observa.
La gran mayoría de las personas que intentan ser optimistas, ven la botella medio llena, tienden a
excusar a otras sobre sus faltas, a relativizar los problemas (sin quitarles su verdadera importancia), minimizar
el impacto de los fracasos y los rechazos que habían sufrido a lo largo
de la vida. Muchos tendrán presente aquello de "no hay mal que por bien no venga", convencidos de que cada situación difícil lo que esconde es realmente un aprendizaje o una oportunidad de mejorar. Esta es la enseñanza que se desprende de esta anécdota:
Las personas no sólo nos protegemos de las secuelas
dolorosas de los desengaños a base de mecanismos de defensa que salvaguarden nuestra integridad emocional, sino que
también optamos por racionalizaciones favorables que nos permiten
conservar el entusiasmo. Así, por ejemplo tendemos a responsabilizarnos
más de nuestros triunfos que de nuestros fracasos y también a captar o quedarnos con el lado positivo de las cosas para que nuestra vida siga mereciendo la pena.
Los mecanismos de defensa son múltiples y se elaboran en el inconsciente. Tienen el objetivo principal de preservar la autoestima, el equilibrio emocional y el perfil social.
Un mecanismo de defensa para defender nuestro talante optimista consiste por ejemplo en acallar la disonancia mental (Leon Festinger). A la hora de explicar o justificar sucesos, las personas seleccionamos los argumentos que mejor respaldan nuestras creencias y conductas, con el fin de evitar los sentimientos discordantes y desagradables que nos producen las contradicciones. Así pues un fumador habitual que aprende que el tabaco es perjudicial para su salud experimenta una disonancia entre esta información y su hábito. Para eliminar el sentimiento desapacible que le produce este conflicto, el fumador podría dejar de fumar, decisión que sería congruente con su conocimiento de que el cigarrillo le hace daño. O que el fumador negara o relativizara los efectos nocivos del tabaco o predicara los efectos beneficiosos de la nicotina en su vida para aliviar el estrés y no engordar. También podría racionalizar, para tranquilizarse, que a fin de cuentas el peligro del cigarrillo es mínimo en comparación con los accidentes de tráfico u otras causas primeras de mortalidad entre la población etc..; o por último podría convercerse a sí mismo de que fumar vale la pena porque constituye un placer especial en su vida, del que no quiere prescindir, pensando algo así como "una vida sin fumar no vale la pena" como Sartre dijo en más de una ocasión.
Otro mecanismo de defensa conocido es el llamado "pesimismo defensivo" que consiste en esperar lo peor con el fin de prepararse para todas las probabilidades de fracaso. Para ello la persona crea expectativas bajas o muy bajas ante situaciones difíciles con el objetivo de adaptarse a todo lo que pueda ir mal. Este mecanismo se puede resumir en la frase "los pesimistas sólo se llevan sorpresas agradables".
Cuando cierta vez le preguntaron a Stephen Hawking sobre cómo se mantenía optimista y de buen humor, él contestó: "Mis expectativas se redujeron a 0 cuando tenía 21 años. Desde entonces, todo en mi vida han sido pluses".
ESPERANZA Y FE
"Hubo
dos hermanos que un día dijeron: "se puede volar" y todo el mundo se
reía de la ocurrencia. Alrededor del año 1900, construyeron un avión y
quisieron levantar vuelo. Uno de ellos lo consiguió, pero el avión cayó y
el piloto murió. El otro hermano enterró al fallecido pero no enterró
su sueño y su fe; y entonces lo volvió a probar. Pasaron doce años en
los que mejoró su avión, y voló sobre Nueva York.
Por primera vez el
hombre alcanzaba el cielo con una máquina".
Se
aplica aquí lo que Mark Twain ironizaba" un hombre con una idea nueva
es siempre un loco hasta que la idea triunfa, entonces
se vuelve un visionario, un héroe o un genio.
es siempre un loco hasta que la idea triunfa, entonces
se vuelve un visionario, un héroe o un genio.
El dolor, por fuerte que sea, se hace más llevadero si uno está convencido de que con el tiempo se curará. La peor calamidad es tolerable si uno cree que pasará. La angustia más penosa se alivia tan pronto como la tranquilidad está al alcance de la vista decía Bruno Bettelheim en su obra Sobrevivir.
Lo normal, es que los infortunios nos hagan a todos sentirnos frustrados, desilusionados, vulnerables, al menos temporalmente. Sin embargo, las personas optimistas, cuando son golpeadas por alguna adversidad, suelen pensar que se trata de una desventura pasajera o de un contratiempo transitorio del que se recuperarán. Confían en esa certeza tan popular de que después de la tormenta siempre llega la calma, y en que lo normal de la vida es que no haya rosas sin espinas, de modo que evitan establecer generalizaciones o fatalismos que no dejan ninguna salida a la esperanza.
Por el contrario, las personas pesimistas los golpes alteran la totalidad de su persona, por lo que piensan que sus consecencias serán generales e insuperables. Tienden a considerar que los efectos de las adversidades son irreversibles y los daños permanentes; que tienen la culpa de los sucedido, no viendo más allá la posibilidad de reparar los desaciertos ni la oportunidad de aprender de la situación.
También la fe en un "más allá", independientemente de su lógica, infunda en la gente de forma general fuerzas para tolerar situaciones penosas. La esperanza no está reñida con la certeza de nuestra caducidad. De hecho a lo largo de la historia se ve cómo la espiritualidad florece en épocas de crisis. Esta esperanza de tipo espiritual, fomenta la disposición a creer que las metas que uno se fija se pueden alcanzar si invertimos la energía necesaria y encontramos el camino; que es posible conseguir lo uno desea, que a pesar de las circunstancias es lícito planteárselo porque confían en que obtendrán ayuda.
Una lección de fe y esperanza, fueron esas palabras famosas de Martin Luther King que empezaban con "yo tengo un sueño...". Recuerdo también cómo acababan: " con fe se puede transformar el senido discordante de una nación en una bella sinfonía de fraternidad" y así fue. Hoy un presidente de raza negra preside de los Estados Unidos de América.
Si tienes un deseo, nunca lo guardes, lánzalo al universo.
HUMOR
"Las personas que funcionan bien en este mundo son las que al levantarse
por la mañana buscan las circunstancias que quieren, y si no las encuentran
las inventan".(Jorge Bernard Shaw).
Sin humor la vida seria trágica. El humor, es el mejor purgante de la tensión que pueda emanar de situaciones difíciles. Provoca el reflejo de la risa que nos ayuda a oxigenarnos física y emocionalmente y por eso tenemos que buscar las personas que nos proporcionen esa vibración apartándonos de entornos y personas tóxicas.
Frontalmente al humor, situamos la depresión. La depresión supone el caer en manos de un estado de aprensión o ansiedad prolongado. Este estado emocional persistente, altera el sistema hipotalámico-hipofisiario-adrenal, la actividad de las sustancias químicas que combaten la depresión, serotonina y dopamina, daña el sistema inmunológico y nos predispone al desaliento y a la desesperación. Con el tiempo, esa mezcla explosiva pero silenciosa de miedo e impotencia extingue nuestra esperanza y arruina paulatinamente nuestra vida.
La depresión, hace que perdamos el sentido del humor, la capacidad de sonreír y el interés en tareas y relaciones que hasta entonces nos resultaban placenteras. La persona deprimida pierde el interés en todo, excepto en rumiar desprecio hacia uno mismo y autocríticas mordaces, lo que mina el vigor que se necesita para superar los retos cotidianos.
La depresión destroza las raíces del optimismo, daña profundamente la autoestima, la energía y la confianza en uno mismo, impregna de negatividad y de remordimientos la perspectiva del ayer y roba la esperanza del mañana.
La melancolía, también obstaculiza seriamente la comunicación y las relaciones con otras personas. Los deprimidos son incapaces de extraer placer de la compañía de otras personas queridas, por lo que se aíslan y , al irradiar amargura y agotamiento, los demás se distancia de ellos. Se calcula que alrededor de un 48% de la población sufre por lo menos un episodio de depresión a lo largo de su vida, y que los niños con 6 o 7 años ya pueden ser sacudidos por este mal. Se sabe también que la depresión es la mayor causa de suicidios en el mundo desarrollado, y se sabe que hay más de 35 millones de personas en todo el mundo enganchadas a los medicamentos llamados antidepresivos.
Frontalmente al humor, situamos la depresión. La depresión supone el caer en manos de un estado de aprensión o ansiedad prolongado. Este estado emocional persistente, altera el sistema hipotalámico-hipofisiario-adrenal, la actividad de las sustancias químicas que combaten la depresión, serotonina y dopamina, daña el sistema inmunológico y nos predispone al desaliento y a la desesperación. Con el tiempo, esa mezcla explosiva pero silenciosa de miedo e impotencia extingue nuestra esperanza y arruina paulatinamente nuestra vida.
La depresión, hace que perdamos el sentido del humor, la capacidad de sonreír y el interés en tareas y relaciones que hasta entonces nos resultaban placenteras. La persona deprimida pierde el interés en todo, excepto en rumiar desprecio hacia uno mismo y autocríticas mordaces, lo que mina el vigor que se necesita para superar los retos cotidianos.
La depresión destroza las raíces del optimismo, daña profundamente la autoestima, la energía y la confianza en uno mismo, impregna de negatividad y de remordimientos la perspectiva del ayer y roba la esperanza del mañana.
La melancolía, también obstaculiza seriamente la comunicación y las relaciones con otras personas. Los deprimidos son incapaces de extraer placer de la compañía de otras personas queridas, por lo que se aíslan y , al irradiar amargura y agotamiento, los demás se distancia de ellos. Se calcula que alrededor de un 48% de la población sufre por lo menos un episodio de depresión a lo largo de su vida, y que los niños con 6 o 7 años ya pueden ser sacudidos por este mal. Se sabe también que la depresión es la mayor causa de suicidios en el mundo desarrollado, y se sabe que hay más de 35 millones de personas en todo el mundo enganchadas a los medicamentos llamados antidepresivos.