martes, 4 de septiembre de 2012

DEL EDUCADOR NARCISISTA AL EDUCADOR FILÁNTROPO


En muchas ocasiones, la escuela, en tanto que estructura de poder y dominación en la que se ejerce violencia simbólica, arrastra a sus filas a  docentes que manifiestan características patológicas. Es la teoría del educador narcisista de  Otto Kernberg. Y si bien  él acuña un término clínico para adjetivarla, yo personalmente prefieriría hablar de pensamientos y actitudes  tóxicas que no patológicas por las consecuencias que ello tendría en la intervención.

Desde su reflexión, Otto, viene a recordarnos ,  que el cambio en la escuela pasa porque esta parte tan importante del puzzle, su  fuerza motriz , los profesores, tomen conciencia de su papel en ella, en un ejercicio de necesaria y compartida reflexión al margen de las demandas legales. Parece imperante que los docentes, en tanto educadores,  adquieran conocimiento sobre la cadena de   efectos perversos que genera su faceta narcisista acrecentada por la estructura de poder en la que les sitúa la intitución escolar.
 
Educador narcisista:
"Las características de este educador son la arrogancia y la soberbia. Está infatuado en su conviccción de estar por encima del educando, poseedor de la verdad, sin capacidad de empatía ni tolerancia a la frustración, consentimientos de triunfo, autoridad, control y desprecio. Poca paciencia, curiosidad, creatividad y posibilidades lúdicas. Deseoso de conseguir poder, no ascendiente. Su poder, en lugar de respeto, genera miedo y provoca sometimiento o un símil de aceptación".

Los narcisitas (y todos tenemos algo de ello) sienten gran necesidad de ser amados y admirados (vanidad) y presentan una curiosa contradicción entre un concepto muy elevado de sí mismos y una desmedida necesidad de homenaje por parte de los demás. Su vida emocional carece de hondura; experimentan escasa empatía hacia los sentimientos de otras personas; disfrutan poco de la vida, más allá del tributo que reciben de los demás y de sus propias fantasías grandiosas; caen en el desasosiego y el hastío cuando el brillo externo se desvanece y no encuentran nuevas fuentes para alimentar su atuoestima. Detrás de una fachada de encanto y simpatía se llega a percibir su naturaleza fría y despiadada.  
Si pensamos en este educador narcisista, patólogico y patógeno, es posible que surja en nuestra mente como variante del mismo la figura del docente autoritario. Capaz de llegar a instrumentar refinados métodos de desetimación y tortura hacia sus alumnos por el puro placer de ejercer su poder y someter a su público cautivo, para sentir el miedo, la sumisión, a menudo la admiración y el homenaje de sus víctimas que él confunde con hacerles un bien (Otto Kernberg). En resumen, este educador, o este sentimiento que vanidad que sin duda todas las personas llevamos dentro, lleva al profesor a  ignorar que su acción es trascendente, que proyecta conocimiento y persona al mismo tiempo y que aquello que transmite tiene  fuerza constitutiva.

En el nuevo paradigma la acción de educar es inseparable de la de enseñar al igual que el sol crea sombras al iluminar los cuerpos opacos. "Educas como eres" es un dicho cargado de sentido que tiene aquí toda su razón de ser. El educador es inseparable de su  persona, por lo que es necesario ser antes persona que educador pues  todo lo que haga tiene, frente al alumno, un valor simbólico. El educador, es tomado aunque no quiera como un modelo de conducta, así, como adulto integrado que da sentido a la acción docente, debe ejercer su magisterio desde el respeto de sí mismo, desde  su autenticidad  integrando "al otro" en toda su dignidad, es decir, a sus alumnos con sus peculiaridades personales y circunstancias externas en el acto educativo.




Claro que uno puede comprender cómo ha de hacerse esto sino hay un replanteamiento previo del papel de la escuela hoy y de su concepto,lo que sugiere un cambio de perspectiva. El eje de la escuela no es el maestro, no es el mantenimiento de su estructura y estatus quo, pues el aprendizaje no gira sobre el maestro sino sobre el alumno que es en realidad aquél por el que cobra sentido su acción.  

Es el paidocentrismo que subyace todavía al paradigama educativo de la información, donde “El maestro deja de ser el depositario de la verdad que debe transmitir a una mente para convertirse en un miembro del grupo, con una (o varias) función de guía , como estimulador y organizador de aprendizaje, como un supervisor de una tarea que es ejecutada por otros y no únicamente por él”. Su deber es ayudar a construir conocimiento dotándolo de alma y éste a su vez será el que construya al alumno. 

 Por tanto, el profesor-educador no narcisista, podríase decir filántropo, ve a sus discípulos como otras personas, con toda su dignidad y la madurez propia de la etapa evolutiva que atraviesa. Cuando les habla, va hilvanando las explicaciones técnicas y teóricas con la vida, el juego, las anéctodas e historietas de la vida real haciendo significativo y atractivo el aprendizaje..no debe situarse en la impostura que ofrece el libro de soluciones del libro de texto sino que tiene un papel activo, una faceta creativa, personalísima con la que ha de saber atraer al alumno al conocimiento.

Su papel de  docente- instructor, la primera parte de su dualidad profesional-personal, no es otro que el de estructurar la mente del alumno, darle la oportunidad de insertar en esos departamentos no estancos cada vez más y más conceptos que puedan entrelazarse, generar debate, ideas, ponerse en práctica, reestructurarse con la experimentación,  procurando  oportunidades para que cada uno elabore su conocimiento y conciencia y vaya construyéndose de forma personal e idiosincrática en interacción con la información y  los otros. 

El conocimiento dotado de alma, se vuelve sabiduría.
Por otra parte, desde su parcela personal-profesional, el otro eje de su dualidad, pondrá acento en la forma y en el fin de aquella información que  transmite. Al fin y al cabo, educar es un acto de comunicación. 
En la forma, el educador/a revelado contra su narcisimo, trabajará imprimiendo su huella con su modo peculiar de entender la vida y la docencia. Lo hará pensando en el alumno, al que tratará de humanizar, desde el respeto y dignidad,   y no rehuirá de las emociones, ni de sus principios éticos, ni de sus valores, ni cerrará los ojos a los problemas que necesitan del conocimiento con cuya transmisión está comprometido. Estimulará la libertad y no la ciega o caprichosa obediencia sumisa, estimulará el criterio en el pensar, defenderá la responsabilidad, el compromiso y el respeto a los demás, defenderá y apoyará el esfuerzo que viene tras la la convicción, tras la ilusión de una meta, estimulará con amor el circuito pensar-sentir-actuar.




"El oficio de enseñar es una pasión, caracterizada 
por una disponibilidad sin límites (como acto de generosidad) , y una capacidad
 de estimular el crecimiento personal a partir de los 
recursos de cada uno". Josefina Aldecoa.  

" La didáctica, etimológicamente no es otra cosa que mostrar, descubrir".




En lo que se refiere al fin, el educador filántropo no ignora  que el conocimento construye al hombre y que éste será lo que piensa, lo que siente y lo que hace.  Hay una gran responsabilidad en lo que se enseña pues tras ser tamizado, interpretado, "masticado" modifica y trasciende al ámbito personal, grupal, familiar, comunitario en forma de infinitas posibilidades.  El educador filántropo debe estar convencido de que la información que pone en circulación a través del acto de comunicación debe ir encaminada: 

- al autoconocimiento (Conciencia sobre uno mismo, lo que supone que hay algo dentro de cada uno de nosotros, que cada uno podemos ser una estrella, pues no somos diferentes de aquellas personas notables que han sido importantes en la historia) y regulación de uno mismo (porque si los individuos se autodestruyen  y no ponen en práctica sus habilidades no se desarrollarán integralmente, ni se realizarán.

 
- al conocimiento del mundo y los problemas que nos rodean. (Conciencia global, porque los hombres actúan en un medio, ecosistema natural y social, que es a la vez su casa.
- al conocimiento del otro y sus necesidades (porque si los individuos se destruyen unos a otros, no podran convivir en paz, condición necesaria para que fructifiquen sus proyectos y vean realizadas su vidas).


 En definitiva, innegablemente el educador, ha de ser una influencia positiva y ejemplar, en el arte de saber vivir, aprender y  ser felices. Nadie dijo que fuera fácil, pero creo hay que vivir intentándolo.


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